"Va ser valent i feble, voluntariós i de bell nou sclau de l'elogi, molt admirat i molt odiat, un tarannà inconstant, ple de fragilitat i d'esplendor. En resum, la personalitat més atractiva i més provocadora del seu temps, perquè irremeiablement s'involucrà en tots els esdeveniments dels quaranta pletòrics anys que abasten des de Mari fins a Cèsar."
S. Zweig, "Ciceró", dins Moments estel·lars de la humanitat.
Ep. ad Atticum VIII 3, 1-4.
En aquesta carta al seu amic i gran confident Àtic, Ciceró exposa les seves indecisions en relació al conflicte que enfronta Pompeu i Cèsar. No veient clar al costat de qui li val més posicionar-se, valora els pros i contres de recolzar l'un o l'altre dels contendents de la guerra civil. La carta resulta interessant en dos aspectes. De primer, a nivell formal, perquè és un bon exemple d'aplicació dels recursos retòrics en un text de registre aparentment "familiar". D'altra banda, dóna bon testimoni de determinats aspectes de la personalitat de Ciceró, com ara la seva fredor calculadora, gairebé de jugador d'escacs, quan rumia sobre allò que estratègicament més li convé; i, també, certa tendència a la vanaglòria (Ciceró tenia un molt bon concepte de si mateix i de la seva importància en la vida pública romana).
La carta va ser escrita la nit del 18 al 19 de febrer de l'any 49 aC, quan feia poc més d'un més que Juli Cèsar havia creuat el Rubicó i, amb aquest gest, havia encetat la contesa civil. Davant de la provocació del procònsol de les Gàl·lies, Pompeu inicialment es retira. Aquest era el context polític i prebèl·lic en què Ciceró redacta aquesta epístola, en un moment en què encara no havia decidit si recolzar un cabdill o l'altre, i quant tots dos l'apressaven perquè es decantes pel seu bàndol.
(Cales, noche del 18 al 19 de febrero del 49)
Cicerón saluda a Ático.Trastornado por acontecimientos tan importantes y lamentables, sin posibilidad de discutir contigo personalmente, he querido, no obstante, contar con tu consejo. Toda la cuestión se reduce a lo siguiente: si Pompeyo sale de Italia, como sospecho que hará, ¿cuál piensas que debe ser mi conducta? Y para que puedas aconsejarme con mayor facilidad te expondré brevemente lo que me viene a la mente en un sentido y en otro.
Tanto el conjunto de los méritos de Pompeyo relativos a mi salvación y la familiaridad que tengo con él, como la propia causa de la república me llevan a considerar necesario unir mi plan a su plan i mi suerte a su suerte. Se añade además otra cosa: si me quedo y abandono la compañía de los mejores y más ilustres ciudadanos, habré de caer bajo el poder de uno solo; el cual, aun cuando en muchas cosas hace notar que es amigo mío (y para que lo fuese he tomado, tú lo sabes, hace mucho tiempo mis precauciones, debido a la sospecha de esta tempestad que nos amenaza), sin embargo hay que considerar también dos aspectos: el grado de confianza que cabe tener en él y, caso de haberse comprobado totalmente que seguirá siendo mi amigo, si es digno de un hombre firme y buen ciudadano permanecer en la ciudad donde, tras haber gozado de los máximos honores y cargos, llevado a cabo las más grandes acciones, revestido el más importante sacerdocio, no va a contar para nada; y si se debe asumir el peligro de vivir con un cierto deshonoren caso de que alguna vez Pompeyo recupere el gobierno.
Estos son los argumentos por un lado.
Mira ahora cuáles son los del otro. Nada ha hecho nuestro Pompeyo con prudencia; nada con energía; añado más: nada que no fuera contra mi consejo y mi influencia. Paso por alto aquellas cosas pasadas: fue él quien alimentó, engrandeció y armó a ése contra la república […] Pero dejemos estas cosas; ¿hay algo más repugnante, más desatinado que esta salida de la Urbe, o mejor, que esta vergonzosísima huida?, ¿qué condición no debió aceptarse antes que abandonar la patria?; eran malas condiciones, lo reconozco, pero, ¿acaso hay algo peor que esto?
No obstante, recuperará el gobierno: ¿cuándo?, ¿qué preparativos hay para esperarlo?, ¿no se ha perdido el territorio piceno?, ¿no está abierto el camino hacia la Urbe?, ¿no ha sido entregado todo el dinero, tanto público como privado, al adversario? En definitiva, ni causa, ni fuerzas, ni sede alguna donde puedan concentrarse quienes quieren ver defendida la república.
[…]
Al contrario, si me quedo y ocupo un lugar en este bando, haré lo mismo que Filipo bajo la tiranía de Cinna, que Lucio Flaco, que Quinto Mucio, sea cual fuere la forma en que se tornara la situación para éste; con todo, él solía decir que preveía cuanto iba a suceder, pero que lo prefería a acercarse armado a las murallas de a patria. Otra fue la actitud de Trasíbulo, y quizás mejor; ahora bien, sin duda tiene cierto valor aquel razonamiento y opinión de Mucio y también el de Filipo: ceder a las circunstancias cuando sea necesario y aprovecharlas cuando se presentan […]
Más he aquí unos correos, mientras te escribo esto, ya de noche, en Cales; aquí está la carta: César ante Corfinio, Domicio en Corfinio con un ejército fuerte y ansioso de luchar. No pienso que nuestro Gneo perpetre el abandono de Domicio […] En cuanto a mí como no se sabe la dirección de César, pues según piensan, irá bien hacia Capua, bien hacia Luceria, le he mandado a Lepta y una carta a Pompeyo: en cuanto a mí, yo me vuelvo a Formias para no tener ningún tropiezo.
Quería que supieras estas cosas y te las he escrito con espíritu más sosegado que el otro día, sin intercalar ningún juicio mío, sino tratando de lograr el tuyo.
[Cicerón. Cartas I. Cartas a Ático, trad. M. Rodríguez-Pantoja Márquez; Madrid: Gredos, 1996]
Ep. ad familiares IX, 18.
Un Ciceró que ha estat obligat a retirar-se de la vida pública, escriu a un amic amb to jocós tot celebrant la bona vida que duu des que s'ha allunyat de la pràctica de l'oratòria al fòrum i es dedica, de casa estant, a fer de mestre de retòrica. El discurs té un to epicuri més aviat irònic o fins i tot burleta. El destinatari de la carta Luci Papiri Pet, un filòsof epicuri. S'escau recordar que l'epicureisme no era una doctrina apreciada per Ciceró, sinó més aviat el contrari, tot i que n'era un bon coneixedor.
Cicerón a L. Papirio Peto, salud.
No tenía nada que hacer en mi villa de Túsculo - había enviado a mi discípulo ante su amigo, para que lo ganaran en lo possible en lo que a mí se refería - cuando me entregaron tu carta. Y me encantó. Veo que apruebas mi decisión de hacer como el tirano Dionisio, que expulsado de SIracusa, abrió, según se cuenta, una escuela en Corinto; y, puesto que ya no tengo procesos que defender, como he perdido mi reinado en el foro, apruebas que me dedique a regentar una especie de escuela. ¡Muy bien! Yo también me felicito por mi resolución, y encuentro en ello muchas ventajas. Para empezar (y de acuerdo con los tiempos presentes, es lo primordial), me aseguro de este modo contra las circunstancias. De qué modo, no lo sé. Únicamente, comprendo que, hasta este momento, soy yo mismo la cosa que más valoro. ¿Hubiera sido mejor morir? Sí, en mi cama. Pero no se presentó ocasión. ¿En la guerra? Yo no estuve en ella; y todos, Pompeyo, tu querido Léntulo, Escipión, murieron de ese modo miserable [...]
¿Ven aquí si eres hombre, ven aquí a aprender los principios que te faltan! Pero yo me asemejo al cerdo que quiere enseñar a Minerva...
Sin embargo, según veo, no puedes vender nada al precio de tasa ni llenar tu bolsa. Regresa, pues, a Roma. Es preferible morir aquí de indigestión a hacerlo allí de hambre. ¿Te has arruinado? La misma suerte espera, me parece, a tus amigos. Allá tú, si no tomas precauciones. Ya has comido tu jaca, me dices. Pero aún te queda el mulo: monta en él y vuélvete a Roma. Tendrás un puesto en mi escuela, muy cerca de mí, pues serás subdirector. ¡Y con un primo! Hasta la vista.
[J. Bayet, Literatura latina. Barcelona: Ariel, 1985; pàg. 131-132]
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